Sí, ya sé que nadie me había obligado a bautizar a mi princesa, pero fue una decisión personal y coherente como lo fue en su día casarme por la iglesia. Esta convicción nos llevó a tener que aguantar durante una larga hora las borderías de Don José, cura-párroco sustituto del que tenía que haber oficiado la misa y por diversos motivos estaba ausente. Permaneció durante todo el oficio con el ceño fruncido. Durante la homilía prohibió a nuestra sobrina de trece años que nos sacase fotos, pero lo peor fue el momento del bautismo, pues parece que nadie le ha explicado que esto consiste en mojar breve y suavemente la cabecita del bebé, no en verter litro y medio de agua sobre ella. Claro, en ese instante Alba dormía y con el tremendo susto interpretó la novena sinfonía. A partir de entonces, debido al sueñus interruptus, la peque estuvo todo el día muy irascible.
Pero no todo ha sido malo, pues, nos reunimos toda la familia en el Mirador de San Pedro, entre el cielo y el mar, como reza su eslogan, donde degustamos estos suculentos manjares: Jamón Ibérico, croquetitas de marisco, gambas orly y pulpo á feira como aperitivos. Centolla y cigalas de primero. Lubina al horno y solomillo de ternera gallega (galicia calidade) de segundo y una espectacular Saint Honorette acompañada de helado de vainilla y ensalada de frutas de postre. No tengo fotos de ello pero podeis creerme que estuvo impresionante. Terminamos con Cava y licores (bueno yo me abstuve que soy madre lactante).
Lo que os mostraré son algunas fotitos de la peque como protagonista de su día.