lunes, 23 de junio de 2008

La última playa.





-Dame otra razón. Alguna que pueda comprender. Me lo debes. Lo sabes.


-Te quiero demasiado -repitió-.


-No. No puedes abandonarme si me amas tanto como dices. Y no acepto que me digas que ésa es la razón.


-No es un abandono, sólo es un hasta luego.



-Ah, ahora me siento mucho mejor....



Me había llamado para proponerme una cita. Fué una sorpresa, agradable en un principio, incierta a medida que transcurrían las horas y el encuentro se aproximaba. No recordaba haber estado tan nerviosa en mi vida.


Habíamos quedado a las nueve en aquel lugar que tanto me gustaba, al norte de Ferrol. A esa hora ya no habría curiosos, pues, la playa estaba alejada del pueblo, y en breve anochecería.


A él siempre le han gustado los lugares escondidos, sobre todo para estar a solas. Supuse que, si había pensado en un lugar tan especial para mí, tendría la intención de arreglar las cosas.



-Pensé que te gustaría recordarme aquí. Sé cuánto te gusta Villarrube.


-Pues, entonces debiste escoger otro lugar. Ahora dejaré de recordarla como mi playa favorita y la recordaré como el lugar en que me dices adiós. ¡Qué ilusa soy!, creí que habías recapacitado. Imaginaba una velada magnífica: me pedirías perdón, me besarías y me harías el amor.


-Todo se ha complicado un poco. No dejo de pensar en tí, pero sé que no debo estar contigo. Te haría sufrir. Ahora no tengo la cabeza en su sitio.


-¿Crees que merezco algo mejor y por eso me dejas?


-No. No soportaría verte con otro. Sé que es difícil de entender.Pero debes hacerlo. No es una despedida, nos volveremos a ver, incluso, puede que estemos juntos de nuevo, en un futuro...


Se mostraba sereno, sentado frente a mí, en la arena. El vaivén de las olas en la orilla ponía la banda sonora a una historia con triste final. La luna mostraba todo su esplendor luminoso. Acentuaba todavía más sus rasgos. Enterró su cigarrillo en la arena al tiempo que expulsaba la última bocanada de humo. Alargó su brazo y lo deslizó por mi cabello hasta llegar al cuello. Se acercó y con ambas manos sostuvo mi cabeza al tiempo que aproximaba su boca a mis labios. Me besó timidamente, con temor a que yo le apartase. Pensé hacerlo durante un par de segundos, pero le amaba tanto que me dejé llevar. Notó como me estremecía y ello le dió la confianza necesaria para besarme de nuevo, esta vez de un modo apasionado y feroz. Estaba sumida en una anestesia sentimental tan profunda que mi cuerpo levitó hasta el nirvana de mi memoria.

-Todavía puedo recuperarle, podremos ser felices de nuevo.... -pensé mientras me besaba.


Me había entregado a él de tal forma que no había percibido que ese beso tan fantástico que me había regalado sería el último. Era su particular despedida, antes de borrar todos mis recuerdos, antes de matarme.










8 comentarios:

nitinho dijo...

Voy a suponer que se terminó la historia. Joder, qué doloroso el final, casi me angustio... Y ¿qué hay de eso que me dijiste de mirar hacia delante? ¿La prota de tu cuento sí puede morirse por ésto, por un abandono, por no comprender, puede sumirse en la desesperación, y los demás no podemos?

Mmmmmm... No te sigo bronqueando porque me gustó el cuento, que si no... Aunque si no se ha terminado, ya veré de modificar mi comentario...

¡Y ya oíste a Carlos! ¡No dejes pasar tantos días!

;-)

¡¡Bks!!

* Anai * dijo...

Mi prota no se muere nitinho, la matan que es muy distinto. Ella está dispuesta a aceptar la decisión de su amado, precisamente porque le ama, aunque no lo entienda. Vivió con un hilo de esperanza por recuperar la felicidad y se confió demasiado. Sus metas eran un equívoco. De todos modos, ya sabes que hay historias cuyo final no es el que parece.
Besitos.

C B dijo...

Mi abuela es de Villarube. Bonita historia Ana. Me gusta leerte.

* Anai * dijo...

Es muy afortunada tu abuela atticus. Es un hermoso lugar con una playa maravillosa. Hace tiempo que no voy, espero que la mano del hombre no la haya estropeado demasiado. Me gusta así, obra de la naturaleza.
Gracias por tus palabras. Pásate cuando quieras, la puerta de mis pensamientos está abierta.

nitinho dijo...

Hummmm... con esa diferencia de matiz entre morirse o matar podría yo justificar casi todos los finales infelices de cualquier historia. Pero esto no es una cuestión semántica, sino de sentimiento, de corazón, ¿verdad? En todo caso, tras releer la historia, sigo pensando que tu prota se desesperó muy pronto; vamos, que lo dejó irse sin luchar demasiado. Casi nada, más bien. Y sé de lo que hablo.

En todo caso, estoy de acuerdo contigo: en ocasiones el final no es el que parece. Es más: casi nunca hay un final, pues la vida sigue, ¿no es así? Y me encanta que sea de ese modo, por cierto. Lo de comieron perdices y vivieron felices antes del The End de las pelis yanquis es más falso que un billete de tres euros: luego viene la convivencia difícil, los hijos rebeldes, las infidelidades, las traiciones, el divorcio... en fin, la vida misma.

¡Un beso! ;-)

* Anai * dijo...

Reitero lo dicho anteriormente, nitinho.
¿Crees que mi prota se rindió demasiado pronto? Supongo, que en algún momento quiso tirar la toalla, pero sus sentimientos eran más fuertes. No tuvo demasiadas alternativas. La obligaron a alejarse, mediante la indiferencia, el desprecio, incluso la muerte. Era una historia escrita por dos personajes y en un momento dado una de ellos, y no fué mi prota, decidió poner un punto y aparte.
¿Qué opción le quedaba?
¿Cómo mantendría a su lado a alguien que no quería estar junto a ella?.
Lo más coherente, y también lo más difícil, era dejarle huir.

Anónimo dijo...

Hoy entro por primera vez en tu blog; estupendo como escribes pero ya podías avisarme de como eran tus historias...demasiado tristes para mí. Hasta que se me hacen conocidas muchas cosas, creo que esperaré a comentarte cuando cuentes otras historias que no me recuerden tanto la realidad.
De todos modeos creo que a tu prota no le dejaron opciones, nadie puede obligar a alguien a estar con ella...Siempre es cosa de dos y cuando uno no quiere ¿qué puede hacer?
Un besazo. Ch

* Anai * dijo...

¿Por qué será que nos parece hallar paralelismos con nuestra propia vida en determinadas historias?
Supongo que será igual que ponerse a escuchar una canción triste o ver un dramón cuando estamos melancólicos. Somos así, características del hommo sapiens...
Queda pendiente una historia alegre!